España, ediciones Sm, 1982
Pp. 109 10 Ed.
Rayas era un duende como todos los demás duendes, pequeño, gordito, ágil, inquieto, travieso y curioso… Excepto que no vestía de un solo color, sino, de muchos y a rayas. Imitaba a todos los duendes, al duende gris, rojo, negro, verde, Amarillo-Lila.
Un día mientras comía una torta de miel, se dio cuenta
que el miércoles próximo será su cumpleaños, planeo hacer una fiesta ya que
cumpliría setenta años, una edad muy importante para los duendes, se dispuso a
trabajar para ganar dinero y así adquirir lo necesario para su fiesta.
Trabajó con la duenda Turquesa, con el duende azul,
con el abuelo Añil.
Rayas pasó la mañana atareadísimo preparando todo; su
casa, el jardín y él resplandecían mucho. La fiesta resulto espléndida.
La tía Púrpura le ayudó a servir la merienda y todos
los invitados opinaban lo espléndida que estaba la fiesta y lo deliciosa que
estaba la comida.
Llegaron a brindar todos le desearon sus mejores
deseos, hasta que la Tía Púrpura le dijo que era momento de decidir de qué
color iba a ser, porque no podía seguir actuando como el duende gris, y en otro
momento, como el duende rojo (o cualquier otro, de color). Rayas se quedó tan
asombrado de lo que escuchó, el abuelo Añil le propuso que se fuera de viaje. Y
lo hizo. Empacó sus calcetines, camisas, un lápiz de dos colores y un cuaderno.
Y emprendió su camino hacia el bosque, en su viaje fue apuntando todo lo que le
sucedía, escribió todos los comentarios dirigidos hacia él. Después de tantas aventuras, le pareció que
ya había viajado bastante y era momento de volver a casa, al regresar su casa
estaba llena de amigos que venían a preguntarle: ¿Cómo te ha ido? -Él abrió su cuaderno y para leerles lo que
había escrito durante el viaje: -Atravesé
un bosque, crucé el río y he aprendido que soy pequeño y gigantón, que soy un
perezoso y trabajador, que soy muy veloz y muy lento, que soy pesado y muy
ligero, que soy cruel y tierno… Todos quedaron maravillados y le preguntaron que había
pensado, sonriendo respondió que le añadiría 3 rayas más a
su traje.
Una noche de primavera la bruja Vitriopirola
atravesaba el bosque en su escoba voladora cuando descubrió el envoltorio en
que se estaba formando un duendecito.
Estaba escondido en un lugar bien abrigado del bosque, cuando la bruja
lo miró se le acercó llena de crueldad y se contentó con desnudar el cuerpecito
del duende. Sacó un frasquito de vidrio y derramó una pócima negra al mismo
tiempo le echó un horrendo conjuro.
Luego, poco a poco el cuerpecito se tornó de un color
más y más oscuro y se le marcaron unas estrías, la bruja contempló el resultado
de su obra, al paso de los días el duende aprendió a ponerse de pie, el búho al
ver eso… fue volando muy rápido hacía donde estaban los demás duendes para
comunicarles lo que había visto… estaban sorprendidos al escucharlo, ya que
hacía tiempo que no sucedía algo semejante, ya que dicho duende era de la mala
suerte. Al pasar el tiempo conforme el
duende iba recorriendo el pueblo, iban pasando muchas calamidades, buscando un
lugar donde poder instalarse encontró el henar, las personas del pueblo juntas
conversando sobre lo ocurrido, dijeron que los duendes eran malos, y
atemorizados decían que no se podía hacer nada, tan profundo fue el odio hacia
los duendes que el duende Arrugado se volvió más arrugado y más negro. Los duendes se enteraron y convocaron una
asamblea.
Hablaron de cómo poder solucionar la situación, pero
creían que no podían hacer nada hasta que el amigo búho, les dijo que el duende
no era negro arrugado de nacimiento sino, que la bruja lo había convertido así,
entonces a Rayas se le ocurrió una estupenda idea, la pusieron en práctica, (la
idea era reparar todo el daño que hizo el duende Arrugado para que dijeran que
él traía buena suerte, en vez de mala, y así fue… El pueblo empezó a creer que
el duende era bueno, y con dicho agradecimiento le llevaban comida al henal,
lugar donde estaba instalado, al escuchar cada comentario bueno, y cada
agradecimiento, el duende Arrugado empezó a sentir algo muy agradable por el
interior de su arrugado cuerpecito, pudo llegar a ver sus manos y piernas,
estando en las orillas del río se quedó tan asombrado de poder ver el cambio en
él, (de prisa, el búho al ver esto fue hasta los duendes para poder darles
estupendo mensaje.) y se vio rodeado de duendes que lo saludaban diciéndole:
-¡Bienvenido hermano! Descubrió una nueva sensación… el poder sonreír y todos
celebraron el triunfo de una ocurrencia de Rayas.
Dulce Payes
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